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LECTURA 6

  • Foto del escritor: James, Gamer Land.
    James, Gamer Land.
  • 3 nov 2021
  • 1 Min. de lectura

EL SOL Y LA LUNA

​Un niño y una niña vivían con su madre en una casita en un valle. Un día la madre fue a trabajar a un banquete que

se daba en otra ciudad.

Antes de irse, la madre les dijo sus hijos: “Hoy tengo que

ir a trabajar a una casa a veinte cuestas de aquí. Cuando oscurezca cierren bien la puerta y no abráis a nadie hasta

que vuelva yo”. Los niños obedecieron y se despidieron de ella.

Cuando su madre terminó de trabajar ya era de noche.

Colocó sobre su cabeza el paquete de pasteles de arroz que

le habían regalado para sus hijos y partió. La madre caminaba por las calles con mucho miedo porque se oían

aullidos y ruidos de animales salvajes, aunque andaba con

ganas por llegar a casa y darles los pasteles a sus hijos.

Al cruzar la primera cuesta se topó con un tigre que, olfateándola, le preguntó qué llevaba sobre su cabeza. La madre le dijo que eran pasteles para sus hijos, a lo que el

tigre contestó “Si me das un pastel no te comeré”. La madre se lo dio enseguida y se fue corriendo con temor. Al

cruzar la segunda cuesta volvió a encontrarse con el tigre,

que le amenazó de la misma manera. La escena se repitió

hasta la cuesta doceava y los niños ya podían ver a su

madre desde la casa.

La madre entregó el último pastel al tigre y salió corriendo

a refugiarse en su casa, pero cuando llegó se dio cuenta de

que los niños habían salido por la puerta de atrás y, asustados, se habían subido a un árbol. El tigre les había

visto esconderse entre las ramas, se dirigió hacia allí y

trató de trepar hasta ellos para atraparlos.

El niño, muy asustado, empezó a rezar a los dioses: “¡Dios del cielo, si quieres salvarnos la vida, envíanos una soga!”.

Al momento cayó una cuerda, los niños se agarraron a ella

y poco a poco subieron hasta desaparecer entre las nubes.

El tigre, enfadado, no se rindió y también rezó a los dioses: ¡Dios del cielo, apiádate de este tigre hambriento, envíame soga!”. Enseguida bajó otra cuerda, el tigre se

agarró a ella y empezó a subir. Cuando estaba a punto de

desaparecer entre las nubes la cuerda se rompió y el tigre

cayó. Los Dioses le habían enviado una cuerda podrida

por sus maldades. El tigre se hizo tanto daño que huyó y

no volvió allí nunca más.

Los niños, que habían subido más allá de las nubes, se convirtieron en el Sol y la Luna.


 
 
 

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